Los frikis somos frikis hasta para ir al baño. Con esto nos referimos, de una forma un poco directa y sin pelos en la lengua, que somos especiales y distintos al resto del universo hasta para las cosas más comunes. Cuando unos quitan el polvo de su casa, nosotros lo hacemos pero tenemos muchos gadgets originales que limpiar. Cuando nos lavamos los dientes tenemos un cepillo con una forma rara y usamos seso de zombie como pasta dentífrica. Para cocinar no usamos un reloj de pared para medir, sino que tenemos el temporizador de cocina R2D2. Unos lo usan para pilotar, otros para cocinar.
Estas máquinas, tal y como nos cuentan en la Guerra de las Galaxias, son bichos sin patas pero con ruedas que hacen ruidos que sólo entienden otros robots, como una especie de idioma robótico que entenderá el informático que lo creó y los robots que lo aprendieron. Como entienden lo que digo y los cometidos que les pueda mandar, no me importa lo que diga siempre y cuando cumpla con su deber, siempre sin romper las reglas de la robótica, a ver si al final vamos a tener casos especiales como Yo, Robot.
Este gadget de cocina es un temporizador. Aprovechando la habilidad de este personaje de girar la cabeza casi 360 grados, cuando giréis su cabeza, ésta volverá a su situación inicial marcando el tiempo que pone como referencia en la parte inferior. Se trata de un regalo con licencia oficial de Star Wars, fabricado en PVC lo que le da mucha resistencia a golpes y a temperaturas moderadas y es muy mono. Aquellos que todavía no se hayan aventurado al mundo de la cocina ya va siendo hora de poner los pies en territorio comanche y aprender con estas cosas. Recordad usar el libro de «el mundo en 4 ingredientes».
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