De todas las situaciones límite a la que nos podemos someter hay dos que siempre nos pondrán al 100%, y nos puede pasar a cualquiera: desactivar una bomba o una operación a corazón abierto. Todavía recuerdo la primera vez que evité un atentado de un grupo terrorista en Pamplona, durante la sacada de castañas del fuego del pueblo alejado del mapa ibérico, a la izquierda, al fondo de la catarata, que buenos momentos… No tengo experiencia como médico pero todos los días me recuerdo que en algún momento tendré que enfrentarme a ello, así que todas las mañana desayuno con la taza del juego Operaciones.
Quizás no sea una biblia de la medicina pero me ayuda a mantener todos los sentidos despiertos. Cuando me levanto con las defensas bajadas y me preparo el primer café del día en la taza me recuerdo a mí mismo: algún día lo harás, sólo es cuestión de tiempo. Y efectivamente, además de espabilarme con la cafeína me pongo de nuevo al límite y salgo a la calle en busca de una aventura descabellada e imposible donde pueda poner en práctica mis dotes de Action Man.
Quién no recuerda este famoso juego de mesa. Toda una generación ha vivido enganchada a las pinzas esperando que la nariz del paciente no se encienda y salga ileso pero sin huesos (algo un poco tétrico). Siempre me he preguntado cómo una persona puede entrar completa en un quirófano infantil y salir sin huesos ileso y como si no hubiera pasado nada. Puede que sea una imaginación inquebrantable, pero me gusta pensar que un hombre flan, como el brazo de Harry Potter. Creo que debemos aprender magia y unirnos a la casa Gryffindor con su bufanda. Cambiaremos las bombas con trampas mágicas y las operaciones por rápidas soluciones en la enfermería de la señora Pomfrey.
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Zavvi