Todos los días seguimos unos pasos básicos con pequeñas modificaciones en base al momento de la semana en el que nos encontramos. Por la mañana, suena el maldito despertador y, tras pegarle un puñetazo para callarlo, nos vamos a desayunar, ducharnos y salimos disparados a nuestros quehaceres. Cuando terminamos, volvemos muertos de hambre, como si fuésemos zombies a devorar la comida. Una hora después de almorzar, volvemos a la carga con las cosas que nos queden por hacer hasta la cena. Al llegar a la cama, al final del día, sólo nos apetece continuar con las fascinantes historias de nuestros libros, así que apagamos las luces para no molestar a nuestras parejas, cogemos nuestro panel de lectura LED y nos zampamos un capítulo tras otro.
Da igual si tenéis las «28» horas del día ocupadas con cientos de actividades o si disfrutáis de una vida más relajada, ese momento por la noche, en la cama y con un libro es tan mágico como el bolsillo de Doraemon. En los pocos minutos que os concedéis para leer, conseguís viajar en el tiempo y recrear momentos de la Edad Media o visitar países extraños cuyos paisajes nunca habríais sido capaces de imaginar. En resumen, conseguís escapar de todos los problemas y preocupaciones que acosan vuestra mente y os relajáis hasta terminar alcanzando el sueño.
Pero hay situaciones en las que no podréis disfrutar de todas las palabras que encierran los libros, sobre todo si compartís la cama con otra persona que quiera acostarse antes y a la que le moleste de sobremanera tener la luz encendida. O si vais a viajar de noche en autobús, tren o avión y la oscuridad os envuelve. En estos casos, lo mejor es utilizar la pantalla de lectura, que gracias a su tamaño de 15.8 x 17.6 centímetros, conseguirá adaptarse perfectamente al tamaño de vuestros libros. Además, desprende la cantidad de luz justa para no molestar a los que nos rodeen que te rodeen pero para que podáis apreciar con total nitidez cada una de las palabras que se hallan en el libro de los enigmas de Sherlock Holmes.
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