Hace ya siglos que los piratas abandonaron los barcos y fueron desterrados de los océanos, obligados a vagar por tierra firme en busca continua de otros objetivos menos ambiciosos que llevarse a las manos, pero no por ello han dejado de existir. Ni ellos, ni su espíritu, ni desde luego su lema: ¡la vida pirata la vida mejor! Si toda tu vida has sido un enamorado de esa rebeldía innata, esa chulería incomparable y esa hambre de tesoros insaciable… qué mejor forma de hacerlo notar que con este felpudo pirata.
Quién sabe si tu admiración por tales actividades de dudosa moral se debe a que desciendes de algún pirata famoso de la Historia… aunque lo mismo da, porque tengamos sangre salada en las venas o no, lo cierto es que la piratería daba a sus malhechores la oportunidad de darse a la gran vida. Sin ataduras, sin remordimientos, sin rumbo fijo… sólo deseo de poseer oro, de libertad, de rebanar algún que otro cuello, entregarse a vicios malsanos y ganarse unas borracheras a base de ron realmente legendarias. Deja de creerte pirata hoy en día bajándote alguna canción, película o juego a través de Internet, porque eso no tiene mérito. Hasta que no contemples tus velas hinchadas y las estrellas desde la proa de un barco, limpies tu sable de sangre enemiga o consigas un mapa del tesoro, no tendrás derecho a poner este felpudo a la entrada de tu casa.
Sin embargo, como estamos en el siglo XXI y lo de robar y matar no está demasiado bien visto… siempre puedes comprarte un barco velero de juguete, mirar las estrellas desde la playa, secarte la sangre de tus propias heridas con un algodón y encontrar calderilla en el sofá con la que, al final de mes, podrás rellenar tu vacía licorera. A modo de compensación. Límpiate los pies con orgullo en tu felpudo pirata al ritmo de la siguiente canción: “¡Yohoo, yohoo, un gran pirata soy! ¡Brindad compañeros yohoo!